domingo, 28 de septiembre de 2014

Palabras de José Rafael Vargas en UTESA Moca



PALABRAS DEL DR. JOSE RAFAEL VARGAS, SENADOR DE LA REPUBLICA, EN EL ACTO DE IMPOSICION DEL DOCTORADO HONORIS CAUSA, QUE LE OTORGO EL CONSEJO UNIVERSITARIO DE LA UNIVERSIDAD TECNOLOGICA DE SANTIAGO (UTESA), RECINTO MOCA.

Señoras y Señores: 

En esta tarde memorable, en que esta prestigiosa academia coloca en mi hoja de vida la distinción al mérito ciudadano, correspondo a tan alto honor, con la reflexión del joven estudiante que un día aprendió de José Martí que "la educación comienza con la cuna y termina con la tumba", y que para poder alzar vuelo y llegar al horizonte, simplemente se requiere tener metas, soñar, asumir compromisos, trabajar y atreverse a vencer los obstáculos. 

La Universidad Tecnológica de Santiago ha abierto un espacio al reconocimiento de uno como ustedes, que se abrió paso desde la esfera del deber, para poder hoy verme y mostrarme ante todos, como un espejo social, que cada día se levanta con el espíritu y la voluntad de seguir creciendo. 

Agradezco profundamente esta distinción de este honorable consejo universitario y de su consagrado y prestigioso rector, el ilustre académico Dr. Príamo Rodríguez Castillo y deseo poner a su servicio mi interés de seguir sirviendo a lo más preciado de este recinto y de esta academia, sus jóvenes estudiantes. 

Reconocer es una actitud 'humana, que implica valorar lo que un ser humano ha realizado y que sea útil a la sociedad. 


La vida humana se cualifica en base a los valores, a las intenciones, las actitudes y opciones que asumimos en el diario vivir. 

Sin valores, la vida se vuelve árida y deja de ser lo que con toda propiedad Andre Malraux llamó "la condición humana". 

En los años cincuenta, Mons. Fulton Sheen, un obispo norteamericano, pionero en su relación mediática con la sociedad, tenía un programa semanal titulado "La vida merece vivirse". Y la condición sine que non de tal afirmación era que la misma estuviera edificada, cimentada y cultivada en valores que ennoblecieran cada vez más la dignidad humana. 

Es eso lo que debe tener todo joven para crecer, valores, y ese es el salto cualitativo que ustedes, jóvenes amigos que hoy se gradúan, deben buscar para levantarse y mejorar la sociedad que hoy vivimos. Hay tantos desafíos en nuestro tiempo, que es imposible descuidar las tareas primarias. 

Vivimos la ERA del vacío, o como la llamó el premio nóbel Vargas Liosa, la civilización del espectáculo, una realidad que tiene a miles de jóvenes sin horizonte ni guías espirituales. 

Jóvenes aficionados a un mundo que los deshumaniza, porque siempre tuvieron la ausencia de la familia, del hogar, de la escuela y del cariño. Ustedes han logrado escapar de esos tormentos, y adentrarse a un espacio humano donde la Vía lo puede llevar a camino seguro. Pero cuidado, porque los peligros asechan. Hoy los modelos se nos muestran desnudos, en plena televisión, y se presentan en los rostros y tatuajes de artistas y deportistas, que les enseñan a vivir una vida de una pasión encerrada en su propio laberinto de sufrimiento y amargura social, por un lado. Y por el otro, la exhibición en cine y televisión de narco-novelas que se erigen en escuela del crimen y que se presentan a cualquier hora del ch. 

El editorialista de uno de nuestros principales diarios, refería hace unos días el pasaje que observó al ver a un joven estudiante de la élite social capitaleña, que conducía con toda temeridad, violando las reglas del tránsito, como si estuviera autorizado a violar impunemente la ley. Esa forma de ser y de actuar, retrata de cuerpo entero la familia, la escuela, a los padres, pero sobre todo, a la sociedad. El carácter social de un pueblo y de su gente, comienza con el respeto a las leyes. y eso es lo que puede evitar que el crimen, la delincuencia, la violencia social y la degradación se apoderen de nuestro entorno y nos creen un manto de inseguridad y de tiniebla. 

El ser humano crece a base de sueños. Bertolt Brecht definió al hombre como "un animal utópico", alguien que está marcado por aquello que Ernesto Sábato llamaba "una esperanza incorregible". En su conocido ensayo "La Resistencia", Sábato inicia una de sus cartas con el siguiente párrafo: "Hay días en que me levanto con una esperanza demencia!, momentos en los que siento que las posibilidades de una vida más humana están al alcance de nuestras manos. Este es uno de esos días". 

Quiero decirles, estimados graduandos, que hoy es uno de esos días en que los sueños de cada uno de ustedes se pueden convertir en una "esperanza demencial". 

Hoy puede ser un gran día para cada uno de ustedes plantearse que una vida sin valores es una existencia sin dignidad. Los valores, decía Sábato, "son los que nos orientan y presiden las grandes decisiones", son la única posibilidad que tenemos de construir un nuevo humanismo. El aventajado discípulo de Don Pedro Henriquez Ureña, Ernesto Sábato, era definitorio cuando asumía que: "Solamente el asumir plenamente los valores del espíritu es lo que nos puede salvar de este terremoto que amenaza con sepultar la condición humana". La puerta para descubrir los valores ha sido siempre la educación, que empieza en el calor familiar y se sistematiza a través de la escuela, el liceo, la Universidad. Pero el esfuerzo que ustedes y sus padres han hecho, apenas comienza, porque la educación solo termina con la muerte. 

Una academia es un terreno fértil para suscitar conocimiento apegado a valores; y abrigamos la esperanza de que en este día estén naciendo aquí las nuevas luminarias que enciendan el pebetero social que desate las pasiones por las causas más nobles del país. El Hno. Alfredo Morales, maestro y gula lasallista, decía en los años 70s que "Educar es suscitar valores en una conciencia en proceso de liberación". 

Las más altas autoridades del campo científico ya han establecido que las cinco grandes crisis que vive la humanidad, su causa profunda es la fragilidad axiológica. Es decir, vivimos un mundo en que la crisis ecológica, la crisis económica, la crisis ideológica, la crisis política y la crisis social, tienen su origen en la pérdida de los valores humanos; en la sequía axiológica que está socavando los cimientos mismos de la sociedad moderna. 

La tarea ahora es redefinir urgentemente el paradigma de la vida: de dónde venimos, quiénes somos, dónde estamos, para dónde vamos. La Antropología Cultural nos ha enseñado que el ser humano es constituido por cinco grandes dimensiones, que dependiendo de la orientación que le demos, convertirán la aventura humana en porvenir o desgracia. Esas cinco dimensiones son: el TENER, el PODER, el SABER, el PLACER y el HACER. 

El tener no es para acaparar o competir, sino para compartir. 

El poder no es para oprimir o reprimir, sino para servir. 

El saber no es para subir por encima de los demás, sino para hacerse más solidario, porque se comprende la trama social en que vivimos. El placer no es para el disfrute egoísta, sino para la convivencia armoniosa y la comprensión amorosa. 

El hacer no es para "poner parches" en una condición social inhumana, sino para generar prácticas sociales liberadoras, que contribuyan a generar auténticos procesos de desarrollo. 

Y en esas cinco dimensiones hay tareas pendientes en el país que ya son inaplazables, como la estricta aplicación de las herramientas jurídicas que nos hemos dado para terminar de una vez y para siempre con el desorden migratorio que desborda nuestra capacidad de subsistencia y convierte nuestras calles en teatro libre de mendigos, vendedores ambulantes criollos y extranjeros, manos ociosas de vecinos que en vez de regularizarse, comienzan a exigir derechos por caridad, convirtiendo en escenas lamentables la vida de nuestros barrios. 

Pendiente también está fortalecer la fuerza activa de la sociedad, que es nuestra clase media, la que produce, consume y asume compromiso por su país, pese a recibir todos los embates de los tecnócratas. La clase media somos nosotros, que aspiramos a estar en el medio del terreno, compitiendo por una vida decente y humana.

Hace poco, el debate era Loma Miranda, pero antes, nos tocó exponer sobre la arrabalización en que se ha convertido la autopista Duarte, todo un arrabal de casuchas a ambos lados de la misma, con el despliegue del conuquismo, la tumba y quema de árboles y lo que es más penoso, el desmonte de nuestra cordillera central, que ahora la vemos convertida en hoyos y cráteres por la extracción de materiales. Esos son desafíos tan apremiantes como el de la educación, cuyo recaudo no es tan solo de presupuesto, de inversión, sino de rescate de la calidad de los maestros y de llevar a las aulas el tipo de sociedad que queremos tener. Jóvenes graduandos: quiero invitarlos a un reto, el de asumir la tarea de su generación, creando y ayudando a construir una sociedad solidaria e integral, una sociedad basada en valores. 

Para eso, el primer desafío a superar es el de convertirse en protagonistas de su propia historia y no en espectadores de la misma. La vida es una construcción, no un espectáculo. 

El segundo desafío consiste en arraigar en sus corazones esa "esperanza incorregible" a la que nos invita Sábato. 

San Agustín, en el siglo IV, al referirse a los valores, los anclaba en la estructura ternaria de las virtudes teologales: La FE como fuente de los valores; la esperanza, como el camino de esos valores; y el amor, como la energía vital. El amor, decía San Agustín, es "el valor de los valores", el supremo valor. 

El tercer desafío consiste en cimentar nuestra vida en la solidaridad. Eduardo Levinás, filósofo judío que por plantear un nuevo método filosófico, la analéctica, que ha sido capaz de superar la dialéctica, planteaba en esa búsqueda insaciable, que: "Lo humano del hombre consiste en desvivirse por el otro hombre". Gabriel Marcel lo acuñó con una expresión hermosa: vivir la solidaridad amorosa. 

El cuarto desafío consiste en recuperar la capacidad de soñar. Los sueños nos hacen avanzar. Nos anticipan el futuro que haremos. Nos fortalecen en los momentos difíciles. Nos ayudan a perseverar en momentos de crisis. Todos los grandes hombres y mujeres que han construido grandes cosas para la humanidad, han sido grandes soñadores. Piensen en Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Teresa de Calcuta, Nelson Mandela y en Juan Pablo Duarte.Todos han sido soñadores y constructores consistentes. Han sido personas que han esperado en situaciones limitantes. Aún en la cárcel, supieron ser libres. Por eso Sábato nos enseña, que "el mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria". 

El quinto desafío es el de asumir con orgullo nuestra identidad dominicana. Un grupo de jóvenes, en 1838, fraguaron el ethos de lo que con el devenir de los años sería la identidad de un pueblo: la dominicanidad. La República Dominicana, curiosamente, es una nación que fue concebida por los sueños de un grupo de jóvenes, bajo la égida de Juan Pablo Duarte. 

Hay que sembrar cada día en nuestras mentes y en nuestros corazones, la identidad dominicana. Crear y pensar como Duarte, soñar como Duarte, tenerlo como nuestro norte y nuestro gula, porque Duarte es para siempre, porque él es el corazón mismo de la patria. 

Siempre he querido ser un gestor social que abra las puertas a las nuevas generaciones que buscan cultivar sus talentos para ponerlos al servicio de la nación. Siempre podrán contar, queridos graduandos, con un servidor, que concibe la política en el más auténtico sabor duartiano, de ser la ciencia más pura de ocupar las mentes humanas. 

Por eso, me llena de mucha satisfacción que el Consejo Directivo Universitario de esta querida casa de estudios que es la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA), Recinto Moca, me conceda esta distinción al otorgarme el doctorado honoris causa, en el contexto de esta vigésima segunda graduación ordinaria, donde ustedes, apreciados jóvenes, ven culminados sus esfuerzos académicos para abrirse de los sueños universitarios a los sueños sociales; les toca convertirse en protagonistas, con una esperanza incorregible, cimentada en la solidaridad, atizados por su capacidad de soñar y fuertemente arraigados en nuestra identidad dominicana y Duartiana. 

Solo así haremos posible los ideales de Duarte, a quien con justicia la historia registra como "esa montaña que dialogó con los cielos" y que por su estatura única sigue siendo "un absoluto en el imaginario nacional". Duarte debe convertirse en el pan nuestro de cada día, único haz que nos conduce a ser un pueblo digno de mejor suerte. 

Los invito, pues, jóvenes graduandos, a asumir un liderazgo trascendente, movido por auténticos valores que los conviertan en columnas éticas de sus comunidades y constructores de un auténtico desarrollo integral y solidario, que haga más digna la patria de todos. 

Queremos ver cada día jóvenes que despierten a la vida con deseo de soñar, de vivir y de compartir; jóvenes que antes que médicos, llamen amigos y antes que fortuna, descubran el tesoro de ser feliz con lo que tienen. Jóvenes que sus miedos y obstáculos no paralicen sus sueños. 

Muchas gracias. 

Sábado de Septiembre de 2014 XX11 Graduación de Utesa.